2 mar 2015

Alba...

Alba, había dejado crecer su cabello negro hasta debajo de su espalda, perfectamente en el límite entre lo peinado y lo desprolijo. Ella sonreía y corría la mayor parte del día, a excepción de aquellas veces, en donde una de sus siete personalidades, se apoderaba de su mente. Su vida estuvo siempre pegada con parches, invadida de pérdidas que un día, la desbordaron por completo. Alba era inteligente, tenía la capacidad de analizar cualquier situación que el mundo le presentar...a. Quizás ese tipo de personalidad, era el que más complacía a sus médicos. Sin embargo, de repente Alba podía llenarse de odio, dejando atrás esa imagen de niña sabia, para convertirse momentáneamente en una persona hostil y despreciable, que quizás, solo psicofármacos podían tranquilizar. Su tercer personalidad era bajo estos efectos. Alba pasaba días somnolienta, caminando de lado a lado casi dormida. Su cuerpo se dejaba caer sobre cualquier superficie, porque lo único que la alejaba de ese tortuoso mundo era dormir. Tal vez en sus sueños, encontraba un mundo, en el que ser muchas personas a la vez, no es tratado como algo enfermo. Sus demás personalidades, giraban en torno a la felicidad, en donde reinaba una excitación constante; la timidez, donde prefería quedarse oculta en la habitación que llevaba su nombre, y la mudez, donde había días en los que el carácter que la apoderaba, se negaba por completo a hablarle a las personas. Por último, el séptimo lugar lo ocupaba una personalidad invadida de tics nerviosos provenientes de movimientos oculares, estornudos, y contracturas de músculos faciales, lo cual había sido diagnosticado como un posible inicio de un trastorno obsesivo compulsivo, que terminó en psicosis. Todas las noches, antes de dormir, Alba recibía la visita de una enfermera, que le suministraba la misma pastilla roja. Ella, con la ingenuidad de una adolescente, aceptaba su medicación y por un instante parecía encontrar la muerte, y volvía a maldecirse en su interior, por haber mordido la manzana. Alba sabía que nuevamente, la bruja la había envenenado y caería inconsciente, hasta que sus siete amigos, vinieran a rescatarla. Porque así era su delirio. Nadie puede tolerar ser siete personas a la vez, ni estar preso de una medicación constante que defina cuándo la persona, está rozando la cordura. Alba vivía con siete duendes, sabiendo que en cualquier momento, una bruja como la de los cuentos, vendría a envenenarla y aunque los médicos sabían que estaba presa de una constante alucinación, era su forma de enfrentar para poder seguir con su vida, su propia realidad interna.


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