11 may 2015

Tu...

Tú que me lees ahora, no te detengas a pensar en los kilos que te sobran, en las compras que pudieras realizar si tuvieras dinero, en el silencio de aquella persona a la que saludaste, en el maquillaje que definitivamente te favorece para deslumbrar a quienes te observan, en la ropa que disimula tus imperfecciones, en los libros que aún no has leído, ni en las palabras adecuadas para caerle bien a las personas: Por hoy disfruta de la naturalidad y la libertad con las que llegaste al mundo, sin nada material a lo cual aferrarte y sin ningún pensamiento que limite tu alegría.

Cierra los ojos y respira hondo, siente el aire inundando tus pulmones, recuerda algún aroma que te reconforte, viaja con la mente a un sitio en donde hallas pasado los mejores momentos de tu infancia, abraza mentalmente a esa persona que amaste más que a nada sobre la Tierra y deja que un remolino te sacuda hasta desprenderte de las cargas que te mantienen tenso, agresivo y distante.
Llora o ríe, muévete o mantente quieto, que la presión que sientes vaya disminuyendo, que las críticas de las que fuiste objeto se vayan diluyendo, que la calma y la seguridad te vayan invadiendo, como si fueran remedios provistos por tu alma para acabar con los nervios...

Tú que me lees, piensa en esos pequeños detalles que te salvaron de la desesperación, de la tristeza y la locura, enfócate en lo bueno, en un beso tierno, en una dulce e inesperada sonrisa, en la ayuda de un desconocido en la calle, en la lluvia que te salvó de ir a donde no querías, de la reunión en donde escuchaste palabras que te quedaron grabadas a fuego...
Por hoy, aprovecha el tiempo para soñar despierto, en vez de quejarte por todo lo que no ha salido como has querido.

Patricia Medina

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