Me
escribiste un poema y ahí terminó todo. No hiciste preguntas, y creo
que yo no quería decir nada. El silencio era comprensión: tú lo sabías,
yo también.
Y estuve acurrucada en mi cama, pensando en cómo la mitad de las cosas que nos dijimos fueron mentiras y cómo la otra mitad eran sólo cosas por las cuales dudar. Yo nunca dudé, no hasta ese poema. Y tú siempre creíste que todo se podía solucionar con una sonrisa.
Y todos me preguntaron qué había sucedido, mientras sólo susurraba acerca del poema. Y es que ¿cómo hablar de aquello tú y yo comprendíamos? La persona que describías en ese poema no era yo.
Oh, por Dios, no era yo. ©
Y estuve acurrucada en mi cama, pensando en cómo la mitad de las cosas que nos dijimos fueron mentiras y cómo la otra mitad eran sólo cosas por las cuales dudar. Yo nunca dudé, no hasta ese poema. Y tú siempre creíste que todo se podía solucionar con una sonrisa.
Y todos me preguntaron qué había sucedido, mientras sólo susurraba acerca del poema. Y es que ¿cómo hablar de aquello tú y yo comprendíamos? La persona que describías en ese poema no era yo.
Oh, por Dios, no era yo. ©
—Paola E. Haiat
©/ Créditos de la imagen a Sofía Ross.
©/ Créditos de la imagen a Sofía Ross.