14 dic 2015

No soy culpable...

No soy culpable de lo que hice, el quería estar conmigo, él sabía lo que era, le advertí que corría peligro, el amor es algo incierto, y somos nosotros mismos extraños que no saben cómo conocerse, solo quería algo con que poder recordarlo cuando él se fuese a casa, y no quedarme sola, como suele suceder después de cada sesión donde nuestros cuerpos se desnudan ya sin gracia, sin el juego que como enamorados pretendíamos disfrutar, estaba cansado, yo solo le di paz, mucho antes de que terminara con lagrimas lo que comenzó con una sonrisa.
Sus caricias ya no eran sinceras, podía sentir el olor en su camisa de las putas con la que intentaba olvidarse de mí, pero él debía ser olvido primero, y ahora es prisionero, aun siento su sangre recorriendo mis labios, justo cuando de su mayor desgracia escurría aquella esencia espesa, para llenarme con su gracia obsoleta, el sabor siempre amargo se torno dulce al mesclar lo blanco con el rojo de su vida, para después, solo escuchar un hermoso grito agónico de perdón, y comprendí que murió amándome, aunque no lo quería muerto.
Sus besos eran como el mar muerto, donde su saliva parecía carbonizar mis emociones, y estaba agotada, muy agotada de sentarme sobre la mesa a solas a imaginar cómo le prometía a otra lo que me había jurado, y a esas otras las busque, no fue mi culpa lo que hice, el solo debía estar conmigo y fallo, el verdadero culpable de este corazón roto es el, júzguenlo, si logran encontrarlo en la parte de atrás de la casa donde tantas noches me hizo suya, y mío siempre era.
Sus abrazos eran tan fríos que no encontraría ninguna diferencia si me abrazara en este momento, le advertí, y no me arrepiento de haber utilizado su engaño para enseñarle como debería de comportarse un hombre, mi hombre, ¿sin su miembro como pensaría? Pregunte muchas veces, y debo admitir que su sabor fue lo más excitante, al desgarrar lo que antes trataba con deseo hoy, puedo decir que… la sádica que soy ahora fue gracias a la muerte de la ingenua que me hicieron ser desde niña.
Se acabaron los obsequios, y las visitas nocturnas, esas madrugadas intensas donde el mundo carecía de sentido, porque todo el sentido que podría existir en ese momento lo construía al sentirlo dentro de mí, pero se esfumaron esos momentos así como dura el acto sexual, pasamos por la excitación, y después el vaivén maldito nos hizo alcanzar el climas, y este hermoso final, señores este hermoso final ah sido el mejor orgasmo que he tenido en toda mi vida.
De lo único que me arrepiento es… que no podre ver su cara de miedo una vez más, ni esa sorpresa en sus ojos, al recibir su mejor regalo de navidad.

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