Corremos hacia ese lugar que es nuestra
meta, hacia donde nos dijeron que teníamos que ir, el engaño que
recapacita nuestro ser y lo pone en alerta roja con el paso efímero de
los años. Y, entonces, volvemos a volver, a olvidar y a aprender en base
a ese olvido, a conocernos, a empezar de cero, a florecer en lo que
somos -que no siempre somos lo mismo-, a despertarnos, a trasladarnos…
Viajamos con nosotros a cuestas; conocemos esos lugares que creímos
paraísos, volamos entre nubes hechas de sueños, plantamos los pies en
miles de tierras, en miles de senderos y, por más que caminemos, lo que
tiene un valor inmensamente real, es que siempre tendremos un lugar a
donde ir, donde permanecer y, sobre todo, donde volver a volver.
— Marina Crovetto.