11 mar 2016

Lluvia...

El sonido de la lluvia, el ventarrón que obliga a los árboles a sacudirse y el olor a tierra mojada.
Me acercan a ti. Me provocan a pensarte más alto. Me llena la piel de nostalgia.
Ojalá regresaras. Tomáramos café y nos quedáramos quietos, mientras dejamos que el amor dijera todo lo que nosotros no nos atrevemos. Preparo una hoja en blanco y me siento en el mismo sofá en el que una vez nos dijimos te quiero con las manos. Miro a fuera con la esperanza de verte llegar y que esta lluvia fuese el presagio de un bonito reencuentro. Camino. Doy vueltas en círculos. Se me escapan las letras por los ojos. Se me vuelven magia y sal. Los espacios se ven más grande desde que no estás. Ya sabes.
La cama fría. El silencio que no se rompe. Mis manos vacías.
Ojalá tomaras hoy un camino distinto. Olvidaría todas las razones que inventé para abandonar el nosotros y te besaría hasta que tus labios te sepan a mí. Estas letras absurdas y poco profundas tendrían más alma si tus ojos la acariciaran, si al llegar me dijeras un “sé que me escribiste porque temblé.”
Pero, no. Aquí estoy. Derramando lo poco que queda de mí entre metáforas. Abrigándome más porque este frío no se va, ni de mis pies… ni de mi alma.
✎ M. Sierra VIllanueva

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